David Fandila sigue sin tener una idea clara de
para qué sirve la muleta. Y como el público tampoco la tiene, se desentiende del último tercio y el Fandi se cabrea. Ayer mismamente en el
quinto, tras clavar a cabeza pasada, tiró por la calle del medio y se cargó el
toro en un pis pas; le pegaron el cante, no el cante grande de los flamencos,
sino la bronca grande. En banderillas sigue siendo un atleta, pero yo prefiero, por ejemplo, un
par de Miguel Martín, de la
cuadrilla de Fandiño, a todos los
pares de Fandila.
Los toros de Cortés
complicados y algunos imposibles. El primero de Fandiño, mejor que el primero
de Urdiales, pero mucho peor que el
de David Fandila, el Fandi.
Fandiño sigue atascado tras la infausta
tarde de los seis toros, pese a que el otro dia casi reconquista Las Ventas.
Esas cosas dejan huella y Fandiño no debe perder la confianza en sí mismo. No
puede habérsele olvidado torear; es cuestión de fe, de esperanza. De la caridad
de los demás no debe esperar nada. Tiene garra y raza.
Urdiales no logró
darle un pase al manso de Cortés. Y si Urdiales no logró darle un pase al toro
de Cortes, o sea Victoriano del Rio,
es porque el manso y áspero bicho no lo
tenía. El siguiente toro fue mejor, encastado y con brío, pero cayó en la
muleta de Fandila y se acabó. Yo creo que las carreras en banderillas de Fandi
encandilan al personal, pero aburren y agotan a los toros.
Un torazo guapo y de
hermoso trapío fue el cuarto. Y Diego Urdiales anduvo aperreado. Cosa rara en
el torero riojano que, más puro o menos puro, suele andar sobrado. Lo mató muy
bien. Pero quizá Urdiales deba plantearse que no a todos los toros se les puede
hacer el toreo puro y de sentimiento profundo. Una lidia de aliño, una lidia
sobre los pies quizá hubiera sido más pertinente. También en esa circunstancias
se puede ser torero grande.
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