viernes, 29 de mayo de 2015

SAN ISIDRO (XXI). TALAVANTE O LA GENIALIDAD.


Hacia el cetro del toreo.

Faena memorable, o sea digna de recordación, la de Alejandro Talavante al quinto de la tarde. La pinchó de forma incomprensible cuando iba embalado a las dos orejas. No culpe a nadie Talavante, sino a una dudosa elección de terrenos. Intentó matar A quién  en la suerte contraía cuando el toro había pedido constantemente los medios.
Talavante, el arrebato y  la lucidez fulgurante de un momento de inspiración: un pase cambiado de rodillas rematado en arrucina o algo así: un momento genial. Picasso creía en la inspiración, pero decía que la inspiración debía encontrarte trabajando. Y Talavante se había trabajado la inspiración a base del toreo fundamental: la verónica y el natural. Sin eso no hay nada. Hubo un tiempo en que a Talavante lo llamaban, o llamábamos,  la fotocopia de JT: por la verticalidad, por los terrenos, por lo cerca que se pasaba los toros. Con el Talavante actual, ya quisiera José Tomás. No hay color. Aunque es cierto que, alcanzada la consagración de la divinidad, JT ya está al margen de esto, por encima del bien y del mal. Y por encima, sobre  todo, de cualquier humana competitividad.
 A Alejandro Talavante, por  fortuna, le queda mucho por lo cual competir: por el cetro de la tauromaquia, por ejemplo, por ser torero de época. Puede serlo. Tiene el don. No apela a las truculencias del revolcón anunciado. Y, además, de pronto, surge la revelación del misterio: un lance campero, un cambio de manos imposible: sin despeinarse
Finito de Córdoba ya no aspira a nada; a dejar trazos y pinceladas  de su antiguo toreo hondo y profundo y estético y despacioso.  Es un maestro en decadencia, pero una decadencia digna. Se pasó el tendido del 7 en su ira.Yo di en llamarlo  Juan Serrano cuando estaba sublime y recuerdo tardes; Finito de Córdoba lo reservaba para tardes más o menos corrientes y vulgares; y por último Finito de Sabadell, en tardes de desastre que fueron muchas. Dejémoslo en Finito de Córdoba.

 Daniel Luque tuvo la puerta entreabierta, o sea a güevo, su voluntad se quebró en el último Domecq ignoro por qué razones. ¿tiene miedo al triunfo?. ¿O ya no es aquel torero “selvático” que decía el inolvidable Chenel? Lo cierto es que la tremenda voltereta no le arrugó. Nunca me distinguí por regalarle a  Juan Pedro Domecq, que en paz descanse,  un adjetivo. En justa reciprocidad tampoco él me lo regaló a mí; incluso cuestionó y deslegitimó mi presencia como crítico en el Mundo. Váyase lo uno por lo otro. En desagravio, afirmo que la corrida de ayer fue una buena corrida; seria,  bien armada y con esa nobleza encastada que sueñan todos los toreros. ¡Va por usted!.     

2 comentarios:

  1. EL GENIO DE TALAVANTE

    “De Extremadura es el genio, que ha lidiado con ingenio.”

    El torero busca gloria,
    honrando su trayectoria,
    apela a la tauromaquia,
    al ingenio y a la magia.

    Dejándose así llevar,
    con talento, sin pensar,
    improvisando las suertes,
    sin miedo alguno a la muerte.

    Un extremeño, en el ruedo,
    se ha entregado con denuedo,
    muy bizarro, pa’ delante,
    Alejandro Talavante.

    Diestro osado, diferente,
    de los que sigue la gente,
    con un valor que se aprecia,
    hincado, como en la iglesia.

    Plaza, fiel adoratorio,
    luciendo gran repertorio,
    los tendidos puso que arde,
    con el quinto de la tarde.

    Se ha pasado a “Ballenito”
    por su cuerpo, bien juntito,
    posado en las arenillas,
    siete lances de rodillas.

    Una “arrucina” impensada,
    arte, estampa tan soñada,
    cambio de mano, aún postrado,
    pase de pecho inspirado.

    Cortos serán estos versos,
    pues, no obstante sus esfuerzos,
    Talavante pinchó en hueso,
    teniendo no más, por eso.

    Sensaciones encontradas,
    las emociones ahogadas,
    hasta el llanto contenido,
    por el triunfo no obtenido.

    Vuelta al coso, gallo en mano,
    ¡albricias, maestro hermano!,
    no todo son las orejas,
    si te aplicas, si no cejas.

    Aplausos te den la calma,
    la ovación arrulle tu alma,
    porque toreaste a tus anchas,
    Dios te dará mil revanchas.

    Autor: Lic. Gonzalo Ramos Aranda
    México, D. F., a 29 de mayo del 2015
    Reg. SEP Indautor No. (en trámite)

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