martes, 12 de mayo de 2015

SAN ISIDRO (V). PACO UREÑA; ROTO POR DENTRO Y POR FUERA

Javier Castaño ha roto una cuadrilla compacta que le robaba plano y autoridad con sus pinturerías. David Adalid se ha ido con Morenito de Aranda con el que banderillea muy bien y lidia muy mal. Lo ha sustituido Angel Otero que también banderillea con autoridad. La estrella sigue siendo Fernando Fernández y Marco Galán se desenvuelve con dignidad. Ser banderillero es algo importante. Sin ir más lejos Manuel Machado hubiera preferido ser “antes que un tal poeta, un buen banderillero”.
Tito Sandoval es otra estrella y se agarró en un soberbio puyazo. Brazo fuerte y el palo arriba: vara de detener. Aflojó antes de tiempo y el de Pedraza de Yeltes lo descabalgó con estrépito. Debió esperar el quite antes de confiarse. Los toros salmantinos nobles, bajos de casta e imponentes de lámina y trapío. Acabaron parándose antes de tiempo. José Ignacio Sánchez fue la mejor izquierda salmantina; malogrado. Es el alma de la ganadería de  Pedraza de Yeltes. Los toros de hoy tenían cuerpo, cuerpazos de toros, pero carecían de alma.
Paco Ureña o la raza de gladiador. Tan seco de cara y de expresión como su toreo. No se parece en nada a otros toreros murcianos, más vegetales, más de manantial fresco y risueño; ni al pintor Pepe Lucas, todo alegría y color mediterráneos. Ureña es más seco que un palo, pero tiene por dentro la lírica de la cultura más vieja del mundo. Esto se ve mejor en el Plus. No lo digo por hacerles propaganda, sino porque es así. Cada vez me hago más de sillón o sofá, barrera o contrabarrera. Algo parecido hacen los críticos en la sala de prensa de las Venas a partir del tercer o cuarto toro.
Paco Ureña se fue a la enfermería acuchillado, no sin antes advertir; “tendrían que matarme para no salir a matar el quinto”. No lo mataron y por lo tanto volvió a matar no el quinto, sino sexto que por poco le arranca la cabeza en una cogida espeluznante como la anterior. Paco Ureña se fue del ruedo, magullado y ensangrentado y con el mismo estoicismo perplejo con que salía de las cornadas que le tiraron los toros.

El capote de Juan del Alamo; solemne, preciso e inspirado. La escuela salmantina de Santiago Martín, del infortunado Julio Robles. Juan del Alamo tiene a veces penumbras rondeñas y otras veces destellos sevillanos. A eso es a lo que yo llamo Escuela Salmantina. Con mayúsculas. Se le rompió la racha de orejas en las Ventas; pero eso importa poco, son meras estadísticas. Lo que importa de verdad es que el horizonte torero de Juan del Alamo sigue siendo muy amplio.

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