López Simon, de la madera de los héroes.
Un pinchazo antes de la rotunda estocada cuestiona la oreja
de Alberto López Simón que le abría
la Puerta Grande de Alcalá. Si esa oreja no hubiera sido la llave, quizá nadie
la hubiera protestado. Urge, por lo tanto, que la Puerta de Alcalá reclame la
categoría de la Puerta del Príncipe: dos orejas en un toro para
descerrajarla. Es más fácil asimilar la
oreja de cuché de Manzanares el otro
dia que la oreja de hierro de López Simón hoy.
Madrid, capital de la gloria; Madrid rompeolas de todas las
Españas. Tres toreros jóvenes a la conquista de la gloria. Y solo uno lo ha
conseguido. A Madrid venimos todos en busca de un lugar al sol: los aldeanos de
Castilla para escapar del arado, los poetas con un manojo de metáforas bajo el
brazo; periodistas cabalgando sobre viejas linotipias en desuso, pintores con
el paisaje de sus tierras en la retina. Luego lo pasamos todo por el cielo
velazqueño de Madrid y eso es la gloria. Madrid este gran poblachón manchego,
no sé si da, si quita, si regala o expropia. Alcanzar Madrid es alcanzar un
sueño; luego, a veces ese sueño se convierte en pesadilla. Pero esa es la
historia.
En el ruedo de las Ventas tres toreros jovencísimos: David Galván, Victor Barrio y Alberto López
Simón, enfrentados a toros muy
serios de las Ramblas; toros de afiladísimos puñales que buscan la femoral y,
los más aviesos, la yugular de los toreros; de ellos se espera la renovación de
la Fiesta y ellos esperan la gloria, esa gloria efímera de los cortijos, los
coches de lujo, la admiración de las mujeres colgadas de los alamares de sus
vestidos. Lleguen donde lleguen, se les apaguen las luces o se enciendan nuevas
luminarias, han estado en Madrid en San Isidro,
han hecho el paseíllo en el ruedo
de los héroes.
Para David Galván la
tarde es un mal sueño, le tocó el peor toro de una corrida aceptable de las
Ramblas, el cuarto; cuando el primero lo prendió las astas le silbaban como cuchillos en torno a la
cabeza y el cuello. Duro es fiar toda la temporada, o la vida, a una
tarde de Madrid, saber que el fracaso te vedará por siempre la Puerta Grande de
Alcalá, esa puerta tan alta que lleva hasta las escaleras del cielo. No me
atrevería a decir que David Galván y Víctor Barrios hayan fracasado; y tampoco
puede decirse que vayan a ser figuras de la torería ni su contrario. Apostaron
a un sueño, el que les permitieron, y el sueño se hizo humo. La vida no acaba
en una tarde ni en un sueño.
López Simón
o el sueño cumplido; con sangre e incluso con lágrimas. También le
silbaron las balas de los pitones y al matar a su primero un pitonazo cerca del
estómago le dejó sin resuello. En la goyesca del 2 de mayo cortó dos orejas de una tacada, el toro lo rompió y lo mandó al hule. López
Simón ha echado raíces en las Ventas: raíces de sangre y de torería. López Simón
esta hecho de la madera de los héroes. La media embestida del sexto era para
López Simón la dimensión infinita del valor; el lugar exacto de los terrenos y
las astas. Vendrá ahora la discordia no de una oreja, sino de una oreja que
abre la Puerta Grande de las Ventas, la primera plaza del mundo. López Simón
merece ser retratado por Nekane
Etxeverría, (40 retratos en la Sala Antoñete). Eso es ya una forma de
gloria. Mientras tanto, con una inmensa e intensa ovación para López Simón,
pido que se considere la propuesta: dos orejas en un toro para abrir la Puerta
de Alcalá. Las Ventas no debe ser menos que la Maestranza.
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