miércoles, 13 de mayo de 2015

SAN ISIDRO (VI).EL EROTISMO EN LOS TOROS.

Los heraldos negros; todavía no; pero, como los de Cesar Vallejo, anunciándose. Doy plantón a Ernesto Caballero a la Puerta de Arrastre de la Ventas. Viaje urgente a la familia lejana. Desde Valencia me llaman Manuel Mompó, Francisco Puchol y Juan Echanove que da una conferencia en el club Brosseta, catedrático, hombre de bien, asesinado por Eta. Juan me manda el texto de la conferencia: ¿Es el teatro que hacemos el que queremos hacer?. No. Antes de leer el texto, rotundamente no.
Esther Alvarado resume en un magnífico titular de el Mundo todo el espíritu integrador de Hablando de España, oratorio poético flamenco que he hilvanado en torno a la España Peregrina bergaminiana: Poemas de siempre para vertebrar España. De paso me recuerda un artículo que le prometí sobre un tema que nos gusta a los dos: Mujer púbica y mujer púdica. Otro día; cuando no haya nada que contar de la corrida. Veo el festejo en el Plus pasadas la diez. Mis amigos madridistas siguen colgados del televisor.
Lo primero pedir disculpas a Ernesto Caballero. Lo segundo decir que Talavante ha estado muy bien en el tercero; los naturales, la izquierda personalísima de Talavante, en estos momentos mucho mejor que la del Cid. Juan José Padilla atlético en banderillas. Los toros del Ventorrillo poca casta, y poca fuerza hasta el tercero. Manejables, que se dice; lo cual no es decir nada. Y después del tercero, más o menos. Si esto sigue así no voy a tener más remedio que echar mano del artículo Mujer púdica, mujer púbica.
Dicen que los toros es un espectáculo de gran contenido erótico, un espectáculo de mujeres hermosas y pulsiones de sexo incontrolables. Pudiera ser. Hay ejemplos a favor y en contra. Algunos en la estocada han visto el gesto viril de la penetración. Y cuando los toreros fallan con la espada, como en ocasiones ocurrió ayer y ocurre muchas tardes, dan el gatillazo; como los mejores amantes. Otros, en cambio, Edmundo D, Amicis entre ellos, ven a los toreros como bailarinas ambiguas y de dudosa feminidad. Bien Talavante, torerísimo. Y eficaz con la espada. O sea.
Hay mujeres púdicas, o sea pudorosas, y mujeres púbicas que suelen ser todo lo contrario; mujeres púnicas, o sea cartaginesas y mujeres públicas que son otra cosa y nada  tienen que ver con las púdicas y las púnicas. De todo hay en las plazas de toros. Pablo Neruda tenía siempre en la mente a las mujeres impiamente púbicas, de pubis ralo o frondoso da lo mismo, selvático o de paramera. Lo que le importaba era el territorio sagrado, el púbis, por su propia esencia, al margen de su frondosidad. Si no, cómo podría haber escrito, ¡ah las rosas del pubis, ah tu voz lenta y triste!. Territorio sagrado es el que pisa Talavante. Ceremonial de la perfección y la plaza más exigente del mundo en el bolsillo del chaleco. Va a por la cabeza del escalafón, al número uno sin discusión.

Neruda es la única solución en estas cuestiones de la poesía. Y de los toros. Tras el tercero lenta y triste transcurrió la tarde, toros ruinosos, toreros ausentes, menos el tercero: un oasis. Y un gozo a Talavante. Este diestro llegará lejos, más lejos de lo que muchos auguran. Independiente, libre, imaginativo sin retóricas. Torero.

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