miércoles, 27 de mayo de 2015

SAN ISIDRO. (XIX); NI VUELTA AL TORO NI SEGUNDA OREJA



Castellazo y mala corrida de los Lozano
El tercer toro de Alcurrucén embistió de largo y por derecho. Pero yo creo que el presidente de la corrida, el señor Cano Seijo, se hizo la picha un lío y   confundió los pañuelos. Se equivocó en el azul de la vuelta al ruedo, que nadie había pedido; y se equivocó en el blanco de la segunda oreja que,  por la defectuosa colocación de la espada, podía haberse guardado con toda autoridad.
 Citó Castella en los medios para el  pase, los pases cambiados; espectacular apertura de faena: ceñido, ligando los muletazos, atornilladas las zapatillas a la arena, vaciando con una trincherilla o un pase de pecho. Esa fue la característica principal de una faena limpia a un toro limpio, claro y noble: ligazón, quietud y  muleta adelante bajando la mano en el embroque. Castella en un buen momento  que habrá de refrendar con los adolfos el día 4. Faena rotunda y estocada mala  y letal.
Ahí erró el presidente don Javier Cano; un sartenazo así invalida la segunda oreja. Un toro premiado sin emplearse en el caballo  cuestiona también la vuelta al ruedo. Con todo, hizo olvidar los dos anteriores que no fueron toros de lidia, sino un simulacro descafeinado y manso, como el resto de la corrida.  Toros de ritmo ovejuno, sangre aguada y casta vacuna, no toruna. Cosa impropia del encaste Núñez que tarda en calentarse, pero que cuando se calienta se calienta de verdad. O sea, la casta que ayer no hubo, excepto en el tercero. El primero pudo desgastarse en el encuentro con el caballo, pero sus andares cansinos y paseantes eran inherentes a  su condición de res de matadero. El segundo fue un torillo con poca plaza y con escasa presencia para las Ventas, la primera plaza del mundo.

El jaleado tercero  salvó el honor de los Lozano, como Morante de la Puebla quiso taparse con un quite y algunas pinturerías.  Pero eso no es taparse sino pegar el petardo. Julián López no pegó el petardo, pero los toros de sus apoderados le vinieron a contraestilo. Un quite soberano, echándose el capote a la espalda, quedándose gallardamente colocado, dando el pecho, abierto el compás dejó su marca de torero sólido y firme.

2 comentarios:

  1. LA FRAGANCIA DE CASTELLA

    “Una faena en la cumbre, quiera Dios se haga costumbre.”

    Vigésima la corrida,
    que San Isidro decida,
    en histórico festejo,
    gran cartel, del sol reflejo.

    Sebastián, ¡viva la Francia!,
    dio muestra de su fragancia,
    en Las Ventas, fue Castella,
    torero de digna estrella.

    Vestido, tabaco y oro,
    santiguado fue su imploro,
    muy formal, fiel paseíllo,
    soñando en el propio brillo.

    Astado serio, sincero,
    de la tarde fue el tercero,
    cuernos altos, colorado,
    bella estampa, asaz armado.

    “Jabatillo”, se llamaba,
    raza fuerte, estirpe brava,
    los genes al cien por cien,
    divisa de Alcurrucén.

    Capote pulcro, educado,
    con tersura dibujado,
    “chicuelina” pinturera,
    suave media a la cadera.

    Varilargas son las jaras,
    polémico tercio, varas,
    verónicas en el quite,
    arte joven se transmite.

    Que decir de la muleta,
    tela roja cual veleta,
    faena por naturales,
    suertes espectaculares.

    Público puesto de pie,
    de tal magia me apropié,
    con ambas manos, maestro,
    ¡que zurda, del galo diestro!

    Un fino lance cambiado,
    molinete destacado,
    trincherillas, el desprecio,
    pases que no tienen precio.

    Con ritmo, profundidad,
    la templanza sin piedad,
    largueza de cabo a rabo,
    en mi memoria lo grabo.

    El deseo del ganadero,
    dualidad, toro, torero,
    hermanados en la lidia,
    entregados, sin perfidia.

    Toro que humille, que embista,
    que nunca pierda la pista,
    que tenga un tranco de más,
    que muestre siempre esa faz.

    Y, un hombre, torero, esteta,
    tauromaquia de etiqueta,
    que conduzca acometida,
    de manera muy sentida.

    Cóncavo, feliz, convexo,
    final, genial, genuflexo,
    matador tozudo, exalto,
    estoconazo, en lo alto.

    Toda tienta así germina,
    ser humano, adrenalina,
    vuelo de pañuelos blancos,
    tendidos, aplausos francos.

    Presidente justiciero,
    par de orejas, premio entero,
    “Jabatillo”, vuelta al ruedo,
    arrastre despacio, quedo.

    Finca del “Egido Grande”,
    pasto verde que se expande,
    Pablo Lozano Martín,
    este triunfo buen festín.

    Por el peto, por la espada,
    dos “peros” que no son nada,
    como la nube que empaña
    el astro de la mañana.

    Puerta grande bien lograda,
    española tan deseada,
    un francés que sale a hombros,
    que no cesen los asombros.

    En Madrid se toca el cielo,
    toreando con mucho celo,
    surtió efectos la oración,
    Castella, en su mejor versión.

    Autor: Lic. Gonzalo Ramos Aranda
    México, D. F., a 27 de mayo del 2015
    Reg. SEP Indautor No. (en trámite)

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  2. LA FRAGANCIA DE CASTELLA

    “Una faena en la cumbre, quiera Dios se haga costumbre.”

    Vigésima la corrida,
    que San Isidro decida,
    en histórico festejo,
    gran cartel, del sol reflejo.

    Sebastián, ¡viva la Francia!,
    dio muestra de su fragancia,
    en Las Ventas, fue Castella,
    torero de digna estrella.

    Vestido, tabaco y oro,
    santiguado fue su imploro,
    muy formal, fiel paseíllo,
    soñando en el propio brillo.

    Astado serio, sincero,
    de la tarde fue el tercero,
    cuernos altos, colorado,
    bella estampa, asaz armado.

    “Jabatillo”, se llamaba,
    raza fuerte, estirpe brava,
    los genes al cien por cien,
    divisa de Alcurrucén.

    Capote pulcro, educado,
    con tersura dibujado,
    “chicuelina” pinturera,
    suave media a la cadera.

    Varilargas son las jaras,
    polémico tercio, varas,
    verónicas en el quite,
    arte joven se transmite.

    Que decir de la muleta,
    tela roja cual veleta,
    faena por naturales,
    suertes espectaculares.

    Público puesto de pie,
    de tal magia me apropié,
    con ambas manos, maestro,
    ¡que zurda, del galo diestro!

    Un fino lance cambiado,
    molinete destacado,
    trincherillas, el desprecio,
    pases que no tienen precio.

    Con ritmo, profundidad,
    la templanza sin piedad,
    largueza de cabo a rabo,
    en mi memoria lo grabo.

    El deseo del ganadero,
    dualidad, toro, torero,
    hermanados en la lidia,
    entregados, sin perfidia.

    Toro que humille, que embista,
    que nunca pierda la pista,
    que tenga un tranco de más,
    que muestre siempre esa faz.

    Y, un hombre, torero, esteta,
    tauromaquia de etiqueta,
    que conduzca acometida,
    de manera muy sentida.

    Cóncavo, feliz, convexo,
    final, genial, genuflexo,
    matador tozudo, exalto,
    estoconazo, en lo alto.

    Toda tienta así germina,
    ser humano, adrenalina,
    vuelo de pañuelos blancos,
    tendidos, aplausos francos.

    Presidente justiciero,
    par de orejas, premio entero,
    “Jabatillo”, vuelta al ruedo,
    arrastre despacio, quedo.

    Finca del “Egido Grande”,
    pasto verde que se expande,
    Pablo Lozano Martín,
    este triunfo buen festín.

    Por el peto, por la espada,
    dos “peros” que no son nada,
    como la nube que empaña
    el astro de la mañana.

    Puerta grande bien lograda,
    española tan deseada,
    un francés que sale a hombros,
    que no cesen los asombros.

    En Madrid se toca el cielo,
    toreando con mucho celo,
    surtió efectos la oración,
    Castella, en su mejor versión.

    Autor: Lic. Gonzalo Ramos Aranda
    México, D. F., a 27 de mayo del 2015
    Reg. SEP Indautor No. (en trámite)

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