Sevilla es a Romero, como Logroño es a Diego
El tablao La Quimera,
en colaboración con los hoteles NH, ha organizado el Premio Curro Romero “al
momento más jondo, más flamenco”, de la Feria de San Isidro. Diego Urdiales brindó al Faraón de Camas
y el Jurado de la Quimera, ávido, dijo: “este es el momento”. Pero no fue, pese
a que hubo instantes en verdad gloriosos
y torerísimos, aunque no para premio. Hubiera sido bonita esa conjunción de una
tarde mágica entre Urdiales y Curro.
Aparte admiraciones recíprocas y diferencias de aroma y de pureza, ambos tienen algo
en común: la fusión con sus ciudades respectivas: una comunión sagrada; Sevilla
por Curro y Logroño por Diego. Más cerca
del Premio citado estuvo Sebastián Castella rotundo y compacto. Faena de ajuste
y de precisión, aunque para el matiz de jondura que queremos darle al premio de
la Quimera de Antorrín Heredia, quizá le faltara pellizco.
Si en los
reconocimientos es imposible calibrar la
fortaleza de los toros, en el ruedo si es posible; suele ser una evidencia, menos para el palco presidencial. El primer toro de Núñez del Cuvillo estaba
inválido. Y el sexo algo parecido. Debieron volver a los corrales; don Trinidad ahorró a la empresa dos sobreros, y a la vez hurtó dos posibilidades de triunfo. Flojos los toros de Cuvillo; igual los ásperos y rebrincados que los pastueños.
Para Urdiales la posibilidad se aplazó al cuarto, en que hubo fulguraciones y relámpagos de pausada
torería. Hace tiempo que todas las
tardes son históricas para Diego Urdiales; como torea poco, cada tarde es un
hito, un paso adelante. Incluso las tardes poco afortunadas como la de hoy. La estadística y Diego Urdiales
son fuerzas divergentes. Diego Urdiales es la esencia. Y la esencia no se
prodiga, hay que dosificarla. Luego está la cuestión de las jerarquías, del
mando en el escalafón, de los tejemanejes de los despachos…
Escribí una vez que Diego
Urdiales es un torero de romance al que le falta literatura. La misma que les
sobra a otros. De golpe la literatura, el periodismo hagiográfico y la loa se
han despeñado sobre la cabeza de
Urdiales. El riojano vive estos días una
personal transfiguración en alas de la literatura. Sesenta escritores participan,
participamos, en un libro homenaje. Demasiados escritores para un torero,
aunque ese torero se llame Diego Urdiales. En 1985 Antonio Leyva y un servidor organizamos un libro para Antonio Chenel y,
después de cribar entre todas las antologías no nos salieron más de 30. Treinta poetas y 30 pintores. Lo más señalado un extraordinario poema de Claudio Rodríguez, el único poema taurino de su vida, Entre la magia y la sabiduría.
Castella al asalto de San Isidro
Señalada queda la faena de Sebastian Castella que lo proyecta como posible triunfador de San
Isidro; esta faena precisa, aunque sin temblor, denota sobre todo una actitud.
Le queda dos tardes, una de ellas con los adolfos. Todo parece indicar que el
francés ha planeado esta feria como un desafío en ascenso, como un privilegio
de tres tardes escogidas para que San Isidro no se le escape. Otros se lamentan
de que ese privilegio es un exceso de responsabilidad que lastra su voluntad.
Talavante y su rara
habilidad para convertir en arte momentos
desairado: verónicas en su primero; lleva dos festejos y le queda uno para arreglar las cosas a su
manera; a la manera sublime de Alejandro Talavante.
No hay comentarios:
Publicar un comentario