viernes, 22 de mayo de 2015

SAN ISIDRO.(XIV) MANZANARES ROMPE EL MALEFICIO

Ver a Su Majestad Emérita  en las Ventas apoyando la Fiesta de los toros, me produce una tranquilidad imponente. Este Rey castizo ha hallado por fin la forma de hacer algo por este desdichado país llamado España  sin poner en peligro su estabilidad emocional. Lo acompaña su hija, la buena, la Infanta Helena. Y para una estricta moralidad monárquica, siempre  es mejor verlo junto a ella, en familia, que en cacerías de Estado y otras monterías regocijantes.
En la sala Antoñete, junto al patio de caballos, hay una exposición firmada por Nekane Etxeverría que recomiendo a Su Majestad Emérita y a la Infanta, séquito y la compaña.  Son retratos de toreros y de gente del toro y, naturalmente, entre la gente del toro está don Juan Carlos, su augusta madre y su augusta hija a la que el pueblo ya ha empezado a llamar la Chata, su antepasada que iba a los toros de Carabanchel y los poetas le hacían versos.
 Que yo sepa a doña Helena aun no le han hecho versos, pero la ha retratado Nekane y la ha sacado muy propia. La exposición es un gozo por el alarde técnico de una retratista de primera: 40 retratos. A mí no me gustan todos los toreros retratados, pero me gustan los retratos.
 En el ruedo, un cartel polémico y de tronío; las cicatrices de un guerrero, Juan José Padilla; la controversia cuché de Manzanares y la garra seca de Miguel Ángel Perera. Los toros del Pilar, con buenas condiciones, dicen, pero derrengados. O sea como yo, que tengo condiciones de velocista, pero por la cojera se me joden las olimpiadas.  A Padilla no lo incomodaron demasiado, mas a Perera lo llevaron por la calle de la amargura: cojos con mala leche. El viento atemporalado, sobre todo en el primero de Manzanares. La muleta era un rebuño enfurecido. Un riesgo, cierto;  en lo que va de feria no he visto a ningún torero empapar la muleta en agua, arrastrarla por el suelo para darle peso y  consistencia de  tierra mojada.

 Manzanares, lo de siempre: suprema elegancia, belleza suprema, supremo despegue. Y supremo bajonazo de juzgado de guardia. Parte de la plaza no le perdona que sea hijo de su padre ni que haya heredado parecidos trucos arropado en su elegancia. El dia que Manzanares se pase los toros por la bragueta, sin perder su elegancia, será un torero de época. Unos le aplaudieron y otros le silbaron. O sea, como en el poema lorquiano, “señores guardias civiles/ aquí pasó lo de siempre; /murieron cuatro romanos/y cinco cartagineses”

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