Los jandillas por el suelo
La Corrida de la Prensa resultó catastrófica, fiel a los
últimos tiempos de la Asociación de los periodistas. Con todos mis respetos a
la Asociación y a los diestros, este cartel -Miguel Abellán, el Fandi y Manuel Escribano- hubiera sido
impensable, y rechazable, hace pocos años en la celebérrima Corrida de la
Prensa. Hay cosas que ni el Rey Borbón arreglará nunca, aunque su presencia en
la Corrida de la Prensa sea un gesto de gratitud. Fiel al pacto de la
Transición, la prensa independiente y democrática de este país monárquico y juancarlista
como Miguel Abellán, le ha tapado
muchos marrones a su Majestad. De cualquier manera, gracias señor. Lo prefiero
jubilado en un asiento de las
Ventas, antes que reinando.
La corrida, pues, un desastre; los jandillas por los suelos y
los toreros a merced del viento. Esto del viento empieza a ser una cuestión de
Estado para comentaristas cortesanos. Es
un riesgo añadido, cierto; pero se han visto faenas memorables en las Ventas en
tardes de viento memorable; eran toreros memorables. Los mejores momentos de la tarde han sucedido
cuando Miguel Abellán y Manuel Escribano
descubrieron los terrenos donde el viento era menos maligno. Los
papelillos, los terrenos, las tablas. Secretos de la técnica lidiadora.
Pero hay toreros incapaces de dar un muletazo en tormenta o
en bonanza. Sólo que Madrid, la primera plaza del mundo, a unos mide de una
forma y a otros de otra. Ejecutó ayer sus exorcismos de indiferencia contra el Niño de la Capea, hijo, y con eso queda
purificada para posteriores sacrificios de tolerancia. Pedrito Gutiérrez no es mejor ni peor que el 80% de los diestros del escalafón, pero no le
perdonan que tenga un apellido famoso, lo cual consideran un privilegio.
Dejemos los apellidos en paz. Cada cual es hijo de su padre y de su madre. Y,
si eso es un honor y una eficacia en
otros campos del saber, no veo por qué no va a serlo en el toro. Pedro
Gutiérrez tiene la vida resuelta y un horizonte ganadero envidiable. Y sigue
vistiéndose de luces frente a los toros y el escarnio del público. Adelante
muchacho, mientras te dure la vocación,
Carlos Abella, el gerente ilustrado.
La programación cultural programada por él mismo está
desbordando a Carlos Abella en las
Ventas: salas Bienvenida, Cossío y Antoñete que es la dedicada a sala de arte
propiamente dicha. Hoy, a la misma hora, homenaje multitudinario al infortunado
David Mora y presentación de un libro sobre Manolete de don Pedro
Ballester capellán del templo Santa Cruz de Caravaca durante 40 años. Manolete,
la pasión de su vida.
Y la exposición de retratos del toreo, de Nekane, de la que
soy comisario. Hubo división de opiniones. Todos con David Mora; y el resto, a
repartir entre Manolete y los retratos. Algunos se descolgaron de Mora y Manolete
y se pasaron a tomar los vinos de Nekane que pusieron las bodegas Arzuaga, la familia de la gran
diseñadora universal Amaya Arzuaga.
Los vinos, tan buenos como los retratos
de los cuales escribo, firmo y ratifico: “De esta galería me gustan todos, pues a todos ha conseguido
hallarles el vuelo de su alma y la hondura de la mirada. Todos tienen su mirada
propia, que es donde el pintor se la juega; los ojos, los silencios del modelo…”
. Teníamos preparada un gran fiesta flamenca para Nekane y Azpeitia; el Persa, Reza Jafari, de La Quimera, se lució con la guitarra.
Hablando de modelos, Cristina
Gaviria, la bella protagonista de Diálogo
con el vestido de torear -el año pasado por estas fechas y en esta misma
sala- se ha enamorado y se casa. Océanos de lágrimas han empezado a inundar los
campos de Iberia; hay lamentos jeremiacos
de los pacientes de la Asociación de la Prensa, donde la señorita Gaviria ejercía la fisioterapia, aunque cada vez menos. El amor
no respeta ni siquiera el dolor de los minusválidos. Felicidades, guapa.
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