Venía dándole yo vueltas estos días a
la cuestión del Polisario y su traición por parte de España, cuando me encontré con Rafael de Paula que me soltó a quemarropa, en corto y por
derecho: “la culpa la tiene el Rey Emérito, que es un delincuente, y su amigo
el Rey de Marruecos, otro corrupto. Defiendo a los saharuis que son tan
españoles como nosotros”. La causa por la que andaba yo revuelto con los saharauis era el setenta cumpleaños de Emilio Sola, suceso que celebró la vieja peña de los setenta, viejos ácratas de la Vaquería que volaron los Guerrilleros de Cristo Rey.
Emilio Sola fue el principal organizador de un viaje a Tindub, a los campamentos del Frente Polisario, de un grupo de artistas y poetas hace 40 años. Para más detalles pinchar en diariodejaviervillan. A partir de esa afirmación, en la Quimera donde le hacíamos un homenaje flamenco, el sumo sacerdote del duende y de la música callada del toreo, no dejó títere con cabeza. No se salvó ni Dios ni el Rey ni esta democracia putrefacta. Antorrín Heredia organizador y mecenas del evento, y acompañante fiel de Rafael en sus días de Madrid, lo recibió con un martinete, clásico de la casa. Pero Paula dejó claro que su palo es la seguidilla. A mí, mirándome con nobleza a los ojos, me dijo que ninguno de los escribidores sabíamos nada de toros: “el único, Joaquín Vidal”. Comparto la admiración por Joaquín, la galanura de su pluma, su sentido revolucionario de la crítica paralelo a su conservadurismo político. Pero aquí nadie tiene la exclusiva de nada. En mi Antología de la crónica taurina están mis alabanzas a Joaquín Vidal y a Navalón, Corrochano, Sobaquillo, Federico M. Alcázar, Julio Urrutia. La crítica taurina española ha dado siempre grandes escritores. O a la inversa; grandes escritores han ocupado parte de su tiempo en los toros.
Esther Alvarado, a la que yo había enredado en el invento del homenaje para leer versos, escuchaba estupefacta la incendiaria dialéctica del gitano y lidió algunos derrotes y tarascadas del maestro. Lo hizo bien; en la jerga taurina, “bajó la mano y se cruzó al pitón contrario”. Fue la heroína de la fiesta; o al menos eso se comentaba el otro dia en la comida anual que la peña El Rescoldo organiza todos los años en Colmenar Viejo. Este almuerzo se ha convertido ya en la Gran Fiesta Taurina de la Comunidad de Madrid. Lo más emotivo fue el homenaje póstumo a Javier de la Serna. Puede recuperarse en el archivo del Mundo el obituario que le dedicó Javier Villán.
Emilio Sola fue el principal organizador de un viaje a Tindub, a los campamentos del Frente Polisario, de un grupo de artistas y poetas hace 40 años. Para más detalles pinchar en diariodejaviervillan. A partir de esa afirmación, en la Quimera donde le hacíamos un homenaje flamenco, el sumo sacerdote del duende y de la música callada del toreo, no dejó títere con cabeza. No se salvó ni Dios ni el Rey ni esta democracia putrefacta. Antorrín Heredia organizador y mecenas del evento, y acompañante fiel de Rafael en sus días de Madrid, lo recibió con un martinete, clásico de la casa. Pero Paula dejó claro que su palo es la seguidilla. A mí, mirándome con nobleza a los ojos, me dijo que ninguno de los escribidores sabíamos nada de toros: “el único, Joaquín Vidal”. Comparto la admiración por Joaquín, la galanura de su pluma, su sentido revolucionario de la crítica paralelo a su conservadurismo político. Pero aquí nadie tiene la exclusiva de nada. En mi Antología de la crónica taurina están mis alabanzas a Joaquín Vidal y a Navalón, Corrochano, Sobaquillo, Federico M. Alcázar, Julio Urrutia. La crítica taurina española ha dado siempre grandes escritores. O a la inversa; grandes escritores han ocupado parte de su tiempo en los toros.
Esther Alvarado, a la que yo había enredado en el invento del homenaje para leer versos, escuchaba estupefacta la incendiaria dialéctica del gitano y lidió algunos derrotes y tarascadas del maestro. Lo hizo bien; en la jerga taurina, “bajó la mano y se cruzó al pitón contrario”. Fue la heroína de la fiesta; o al menos eso se comentaba el otro dia en la comida anual que la peña El Rescoldo organiza todos los años en Colmenar Viejo. Este almuerzo se ha convertido ya en la Gran Fiesta Taurina de la Comunidad de Madrid. Lo más emotivo fue el homenaje póstumo a Javier de la Serna. Puede recuperarse en el archivo del Mundo el obituario que le dedicó Javier Villán.
Rafael de Paula en La Quimera se declaró
republicano, de lo cual me alegro. Tengo
que decirle a la Sala Mirador de Juan
Diego Boto, que le invite a la Trilogía Republicana de dos grandes actrices
y dramaturgas: Susana Hornos y Zaida Rico. Aviso que Rafael de Paula puede ser un riesgo; pero
también afirmo que lleva dentro de sí mucho de García Lorca. Y que sigue venerando a José Bergamín. Ojo al parche, María
Diaz; habrías disfrutado en la Quimera
y Javier Gutiérrez también si no
anduviera liado en el rodaje de Franco,
Serrano Suñer y la Marquesa de
Llanzol.
Al declararse republicano y
antimonárquico alguien sugirió que al Rey Emérito se le debía, al menos, su protección y afición a los toros. Su respuesta
fue contundente: “Juan Carlos I no es un buen aficionado, es un delincuente que
se llevaba comisiones de todo. Lo sé porque pude comprobarlo en el despacho de Borja Prado y Colón de Carvajal. La buena aficionada era su augusta
madre”. Le pregunté por quién votaría el
dia 20 y toreó con el pico y fueracacho haciendo el elogio de Adolfo Suárez, “al que, por cierto,
Juan Carlos también traicionó”. Está visto que el fuerte de Rafael de Paula, es
el Rey Emérito.
Habló de toros, pero poco. Y cuando
Esther Alvarado le preguntó por su capote legendario y por el mejor capotero
del momento, contestó socarrón: “hace dos años volví a pisar las Ventas en el
tendido del 7. Y cuando Morante de la
Puebla empezó a torear de capa, la gente se levantó y me ovacionaba a mí”.
Y el miedo?, se arriesgó Esther Alvarado. Tuvo la inteligencia de
citar a Luis Miguel Dominguín que un
dia le escribió a Paula una carta hablándole de la “dignidad del miedo”. No le
gustó la pregunta pero respondió que él tenía más valor que el Espartero. “Yo estaba siempre a merced
del toro, ls piernas no me aguantaban, era un inválido. Torear así ¿es tener
miedo”?
Con quien más complacencias tuvo fue
con Enrique El Pescao, y con El Persa que lo acompañó a la guitarra.
Enrique cantó una malagueña que no la
hubiera mejorado en sus buenos tiempos el Mellizo
o María Vargas. Levitó con Leticia, la Volcán, una mujer guapa, una
voz de terciopelo y seda que le cantó coplas al oído. Leticia es una de mis
debilidades de la Quimera. Como lo es Raquel
Valencia, la bailaora. La hermosa Raquel me dijo que solo bailaría si yo le
hacía una “caída de ojos”. Se la hice, pero no debí de ser muy convincente porque Raquel no bailó. Lo siento por Rafael de Paula. Y por
mí