martes, 14 de julio de 2015

DE ALMADA A los MIURAS DE PAMPLONA.


De toros y teatro  con Rodrigo Francisco

En el puerto de Almada, en el Farol, ante unas botellas de vino verde y una fuente de gambas, hablaba de toros con Rodrigo Francisco, director del Festival de Teatro y discípulo de uno de los grandes:  Joaquim Benite. Como estábamos en cosas de teatro, le recordé a Valle Inclán, el único de la Generación del 97 aficionado a los toros y a… Juan Belmonte, el genio de Triana. Le recomendé leer Los cuernos de don Friolera, donde don Estrafalario reclama para el teatro la pasión que los toros suscitan en los aficionados. Rodrigo Francisco quiere poner en escena Luces de Bohemia, que le parece, con razón,  la cumbre valleinclaniana.
Vuelvo de Almada a ver la última corrida  de los Sanfermines, la miurada, final melancólico con el "pobre de mí" y el vals de Astrain; y remate heroico por la siempre esperada y siempre decepcionante lidia de los miuras. A Rodrigo Francisco dedico esta crónica de urgencia, excepción a mi retiro de los toros. Por el vino verde, por la promesa de llevarme un dia a escuchar en Lisboa los mejores fados y por el buen teatro que he visto en Almada. ¡Va por usted!.
De los miuras los dos primeros salieron buenos y nobles; el segundo  con cierto picante de la raza lo que le dio más interés. Tercero, cuarto y quinto, no tuvieron un pase; pasaban de los 600 kilos y la mansedumbre era proporcional al tonelaje. El sexto, otro torazo con la estampa clásica de los toros de Zahariche, era un toro con movilidad, ritmo y buen son; de esos que  hacen meritorio cualquier cosa que se le haga bien; pero Salvador Cortés,  que hace algunos años abrió la Puerta del Príncipe, no está en su mejor momento. No le dan corridas, ha perdido el sitio por la falta de festejos y no le sale nada ni a derechas ni a izquierdas. Anda muy mal con la espada y el primero se salvó de los cabestros in extremis, en el último segundo. El abismo del tercer aviso le nubló la razón al torero sevillano. Al sexto lo ensartó con un espadazo infame que hacía guardia.
Manuel Escribano es un torero con carisma, todo simpatía, garra y ambición. Es un torero limitado incluso en banderillas. El primero, al que cortó una oreja estuvo a punto de crucificarle  contra las tablas.   Citó sentado en el estribo, quebró por los adentros y sin sitio para salir,  y por poco el miura lo deja clavado como una  mariposa. Tiene la costumbre de irse frente a toriles a recibir sus toros con la larga cambiada de rodillas. Eso emociona al público; unas veces le sale bien y casi siempre mal.

El colombiano Luis Bolivar es un torero aguerrido, en la línea salvando las distancias de Cesar Rincón: muleta adelante y cite largo. Toreó muy bien al segundo de la tarde; pero estuvo desastroso con el estoque. Los tres diestros se jugaban mucho en esta tarde, casi el ser o no ser, Escribano un poco menos pues está ya relativamente asentado. Sale relanzado y Bolivar también, si olvidamos el uso de la espada. Es cruel apostarlo todo a una carta y que la carta sea los toros de miura. Esa crueldad del destino pesó sobre Salvador Cortés, el que abrió en tiempos la Puerta del Príncipe. No es Paco Camino o Curro Romero; pero con un poco de suerte y oportunidades puede funcionar en esto. Y esto ha sido todo, amigo Rodrigo Francisco, director del Festival de de Teatro de Almada. Como puedes ver una crónica de toros está tirado. Me costará más escribir de La señorita Julia, de Strinberg.  por la Schaubhüne; pero lo haré.

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