lunes, 8 de junio de 2015

SAN ISIDRO. UN GRAN RAFAELILO FRENTE A UN MIURA



Noticia del premio Curro Romero.
Diego Urdiales ha sido el ganador del Premio Curro Romero, al momento más flamenco y jondo, organizado por el tablao La Quimera y por Hoteles NH. El Jurado ha estado compuesto por María Victoria Motilva, directora Zona Centro y Portugal de NH, Helena Salamanca, Fernando Bergamín, Antorrín Heredia, Fernando Fernández Román, Emilio Martínez, Lucas Pérez y Javier Villán

Fracasaron las ganaderías duras.
Sin toros no hay nada; sobran los toreros y sobra la Fiesta. Lo más alarmante de este San Isidro ha sido constatar el fracaso de las ganaderías más o menos míticas que encandilan a los aficionados por su casta y dureza; Adolfo, Victorino, Cuadri, Pablo Romero. Miura, lo de siempre, marrajos con la nota discordante de algún  pastueño en esquizofrenia de juampedro. Juan Pedro Domecq ha sido la mejor corrida de la feria reconocido incluso por quienes vieron en el ganadero filósofo la mayor mixtificación del toro de lidia; que sus herederos  sigan en la  línea de las dos corridas que ha echado en Las Ventas.
Lágrimas de Rafaelillo, lágrimas copiosas del aguerrido torero murciano sobre cuya pista me iniciaron hace años José Lucas, pintor mediterráneo y telúrico, y Antonio Lucas gran poeta y columnista de  pluma cargada de trilita; uno de los mejores y más agitadores, como desde otra óptica y otra ideología pudiera serlo Federico Jiménez Losantos. Estoy más cerca del latigazo inmisericorde de Lucas que de las cuchilladas florentinas y perversas de Jiménez;   inigualable cuando maldice  del zar Rajoy, de Cospedal, del sindicalismo putrefacto y amarillo en una democracia pútrida y amarillenta;  y de Soraya Sáez de Santa María a la que llama La Rasputina.  Comparado con estos mi próximo libro Nuevos sonetos de la impostura es un compendio de jaculatorias. Hace siglos compartíamos la grada del 2 de Las Ventas  y Jiménez Losantos era partidario acérrimo del Antonio Chenel, el torero rojo. Los toros carecen de ideología. Suerte tuvieron los toros, pues de haberse metido a crítico taurino, a toreros, ganaderos y empresarios los habría puesto a la altura de la Soraya, la Rasputina, el zar Rajoy, Bárcenas, Gallardón, Pablo Iglesias, el de Podemos, o Albert Rivera, el de Ciudadanos, por poner algunos ejemplos de su repertorio inagotable: un extraño y virulento anarquismo de derechas, con perdón.
Pero hablaba de Rafaelillo, el torero murciano, como José Lucas, al que ayer un presidente con ínfulas de Nerón incendiario, don Julio  Martínez, le hurtó un toro de los dos que le quedaban para medio arreglar la temporada. Para toda la plaza era evidente que el miura era un inválido tetrapléjico, una sabandija reptante que no se tenía en pie, menos para el señor Martínez. ¿Quién paga por este hurto, por esta oportunidad birlada a un torero?. Dios o el diablo protegen la inocencia, cuando la protegen, y el cuarto fue un toro con un poco más de fuerza y con un poco más de casta. Rafaelillo, el gladiador, al que el sistema usa como metralla o carne de cañón para medirse a ejércitos de toros mansos y peligrosos que no quiere nadie, bordó el toreo como un maestro. Y pinchó. Y acabó llorando en una vuelta al ruedo clamorosa. Si hubiera justicia, Rafaelillo con esa vuelta al ruedo, más el volteretón que a punto estuvo de romperle la madre, tendría la temporada arreglada. Pero no le pidamos a la falsa democracia taurina, lo que no nos da la putrefacta democracia política.

Toros y literatura.

Me llega un libro que recomiendo vivamente y del que mañana haré un más amplio comentario pues la ocasión lo requiere: Querencias. Antología de cuentos costumbristas. Los aficionados taurinos no son de mucho leer; pero  huérfanos de las Ventas, tras un mes ininterrumpido de festejos, a lo mejor les da por leer para matar el ocio y la tristeza. 21 relatos de distinto pelaje, casta y condición, de la editorial Modus Operandi. Mañana.

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