El Cid pagó los platos rotos de Victorino.
Una maldición ha caído sobre la Semana Torista de San Isidro;
y una maldición sobre las corridas de un solo espada que el lenguaje taurino ha
dado en llamar encerronas sin que yo me explique los motivos. Las corridas en
solitario pueden ser un riesgo, pero no son una trampa. De entrada, en el
primero, Manuel Jesús el Cid volvió
a las andadas; mató de un metisaca infame que se le fue a los sótanos y fulminó
al esaborío animal. Me volvieron los fantasmas de, cuando
metido en el rifirrafe de la crítica diaria en el Mundo, afirmaba que el Cid tenía miedo al
triunfo y el brazo se le encogía.
También afirmaba yo
entonces que Manuel Jesús era la mejor izquierda de España; cosa nada imposible
dada la izquierda que padecemos. Metido ya en evocaciones, recordaba una
crónica en Sevilla, titulada “Victorinos de fresa y nata” que no gustó a nadie:
ni al ganadero, ni a los toreros ni al público maestrante ni al público de las
Ventas que había tomado el AVE.
Cómo habrá sido la
tarde del Cid y de Victorino Marino que,
para escribir cuatro líneas y cumplir mi compromiso con La Quimera de Antorrin Heredia, he de recurrir a
estrujarme la memoria. Sueñen ustedes los seis victorinos de Bilbao y algunos otros toros sueltos para
cantar la gloria de Victorino y del Cid. Los cárdenos de Santa Coloma ni buenos
ni malos, sino todo lo contrario; mansos y descastados a partes iguales. Y el
torero de Salteras a tono con los toros,
aunque no le faltó ni firmeza ni
voluntad. Y los banderilleros como puta por rastrojo. Pirri fue herido en la axila al banderillear
a una mano y el Cid se lleva seis cornadas en el alma, seis victorinos mediocres
y descastados que no lograron quebrar su espíritu pero no le permitieron ni un
muletazo. Firme el Cid en el desastre, contemplaba el cabreo del público y las
almohadillas que caían en la arena. Al final pagó los platos rotos de Victorino
Martín.
El jurado del Premio Curro Romero que organizan el tablao flamenco La Quimera y Hoteles NH
esperábamos algo de esta tarde grandiosa del Cid frente a seis victorinos: un
toro alimaña, un natural, una verónica. Nada de nada. A falta de la miurada hay que seguir con lo que ya tenemos, que no es poco.
Veremos si el premio es digno del nombre del Faraón de Camas.
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